Entra un ciego a una cocina, coge un rallador y al tocarlo exclama: ¡Pero quién ha escrito esta gilipollez!»
Pues algo así como en el chiste sucede al ver el piloto de Touch, la nueva serie del creador de Heroes vuelve a insistir en lo que hacía débil a su anterior propuesta, una hilarante filosofía «Nokia: Connecting people» de la vida por la que supuestamente todos estamos conectados. Si en el anterior caso eran personas con poderes, ahora lo es gente normal que está unida por patrones númericos y que al cruzarse cambian sus vidas. Pero la sugestión no llega hasta aquí, un niño autista conoce los patrones por los que todo el mundo está unido, las líneas invisibles para poder no solo predecir, sino incluso alterar el futuro. Y casualmente ese es el hijo de Kiefer Sutherland, hasta aquí podíamos llegar.
Aceptar la premisa argumental es ya harto complicado, lo difícil de asumir es la tremenda convicción con la que se crea y expone una trama tan ridícula, imposible de tomar en serio, cuyos débiles nexos entre personajes son en la mayoría absolutamente cómicos, cuando no ya retorcidos emocionalmente, lo que los hace más graciosos todavía. Cada giro de guión supera al anterior, en lugar de Touch la serie debería llamarse «POR LA CARA», porque así es como se ocasionan todas las relaciones dramáticas, aunque una serie capaz de juntar a Chris Rock y el terrorismo islámico se merece el mayor de los respetos.
Por lo tanto, la artificialidad y complejidad de la idea se reduce de manera simplista al drama familiar del padre, viudo e incapaz de educar a su hijo autista. Es inevitable pensar que esta propuesta podría haberse explotado de modos más sugerentes. Todos recordaremos ‘Pi’ de Aronofsky, pero Touch se parece mucho más a la infumable «El número 23», del inefable Joel Schumacher. Queda claro que FOX, como es habitual, no pretende hacer una serie de calidad, ha buscado un producto de éxito en el que amoldar a su estrella, algo digerible para todos los públicos pero lo más idiota posible, capaz de triunfar en todas las partes del mundo, y lo han encontrado. Historias cruzadas en busca de la felicidad con trasfondo familiar y un tono entre fantástico y de globalización de garrafón que probablemente calará en los espectadores, pretendiendo convertir esta monumental chorrada en el nuevo fenómeno televisivo. No se si lo conseguirán, apostaría que si, desgraciadamente, pero lo que no se puede negar es que han puesto todo su esfuerzo en ello.
Hay una secuencia que ejemplifica el estropicio. En 7 temporadas de 24 (serie a reivindicar, ahora y siempre) nunca vemos y se evita acertadamente tocar un tema que aquí se nos presenta de manera miserable. Ese no es otra que la visita del pobre Kiefer/Jack/Medaigualcomosellameenestetruño a la tumba de su esposa, que por si no fuera suficiente murió en el atentado a las Torres Gemelas, pero ahí no queda todo, su muerte, de alguna extraña manera, está conectada a los números que su hijo predice. Por lo que tenemos dramón familiar para rato. O de seguir así una comedia, más bien.
CONCLUSIONES
– Si quieres ser una estrella de youtube solo tienes que grabarte cantando en el móvil, ir al aeropuerto y meterlo en una maleta random. Aparecerá en la otra parte del mundo y te harás famoso.
– Si has perdido el móvil no pasa nada, que te vas a Japón y la operadora del 1004 te pone en pantalla gigante las fotos de tu hija para de paso salvar tu matrimonio.
– Puedes ser autista y también hacer la pseudo existencialista voz en off de la serie, pero no le vayas a hablar a tu padre que eso está muy feo.
– Juega el mismo número en la primitiva todas las semanas, que al final toca.
– Y por favor, que alguien le busque un asilo a Danny Glover.